- Simulaciones internacionales recrean la agricultura en condiciones marcianas y lunares
- Microvegetales y hortalizas muestran potencial para ser cultivadas en entornos extremos
- La luz circadiana mejora el bienestar de las tripulaciones en hábitats espaciales
- Colaboración global entre equipos de España, Latinoamérica y Brasil impulsa estos proyectos

La agricultura espacial se ha convertido en un eje clave de los proyectos científicos que buscan hacer posible la vida y el trabajo de los humanos fuera de la Tierra. En la actualidad, investigadores de diferentes nacionalidades colaboran en misiones simuladas en la Tierra para poner a prueba nuevas técnicas de cultivo y estudiar los efectos del entorno espacial sobre el cuerpo humano. La reciente misión Alpha Centauri, celebrada en el semiárido de Brasil, ilustra a la perfección estos avances y los retos a los que se enfrentan quienes aspiran a cultivar alimentos en Marte o en la Luna.
Los experimentos en agricultura espacial no solo buscan obtener plantas comestibles en condiciones extremas, sino también garantizar la sostenibilidad de futuras expediciones tripuladas. Estas investigaciones, lideradas por equipos internacionales y apoyadas por agencias estatales, son cruciales para entender cómo pueden adaptarse cultivos como el rábano, el berro, el cebollino o incluso tomateras enanas en suelos artificiales que replican la composición del regolito lunar o del polvo marciano.
Simulaciones en condiciones marcianas y lunares
En instalaciones como el Habitat Marte, situado en Brasil, se han llevado a cabo cerca de 40 experimentos enfocados en la agricultura espacial, liderados por la cordobesa Mariló Torres y científicos de distintos países. Los investigadores han trabajado en hábitats sellados, sometidos a rutinas estrictas y empleando materiales capaces de imitar las propiedades del suelo marciano y lunar. El suelo utilizado en estos experimentos contenía óxido de hierro, lo que reproduce el entorno hostil de Marte. A pesar de estas condiciones difíciles, se ha comprobado que algunas especies de microvegetales pueden adaptarse y germinar, generando esperanza de poder cultivar alimentos en futuras bases espaciales.
Estos logros han sido posibles gracias a protocolos desarrollados por expertos en agronomía y a la colaboración de organismos como la Agencia Espacial Brasileña y centros de investigación de América Latina y España. Se ha observado que, con ciertas mejoras genéticas, estos cultivos podrían adaptarse mejor al estrés biótico y abiótico, haciendo viable la producción sostenible en misiones fuera de nuestro planeta.
La luz circadiana y el bienestar físico en el espacio
Además de los ensayos agrícolas, se han ejecutado experimentos con sistemas de iluminación circadiana, diseñados para imitar el ciclo natural del día terrestre. Esta iluminación especial ha demostrado ser eficaz para mitigar problemas como el «jet lag» y las molestias derivadas de la adaptación al entorno espacial. Las tripulaciones expuestas a este tipo de luz mostraron una recuperación física y mental más rápida, lo que respalda el uso de estos sistemas en misiones de larga duración.
Los equipos han contado con el apoyo de personal médico y especialistas en bienestar para analizar el impacto de la luz y otros factores ambientales. Dentro del hábitat también se han probado sistemas de presurización, sensores para monitorizar parámetros vitales y laboratorios de flotación que simulan la microgravedad, abordando así los principales desafíos asociados a la vida en el espacio.
Un entorno de cooperación internacional
La misión Alpha Centauri se ha consolidado como símbolo de la colaboración entre científicos de distintas regiones, especialmente entre España y América Latina. La ausencia, por motivos administrativos, de participantes de otras nacionalidades llevó a que la comunicación y el trabajo se desarrollasen íntegramente en español, reforzando los lazos entre comunidades científicas iberoamericanas.
El reconocimiento institucional no se ha hecho esperar: representantes universitarios y de organismos oficiales han elogiado la dedicación de los equipos y la relevancia de los experimentos realizados, subrayando la importancia de estas simulaciones como paso previo fundamental para el éxito de futuras expediciones reales. La agricultura espacial continúa desarrollándose como un campo de investigación estratégica, vital tanto para la autosuficiencia alimentaria en el espacio como para el avance científico y la cooperación internacional.
La implicación internacional y los avances en simulaciones terrestres y nuevas tecnologías evidencian que la agricultura espacial está cada vez más cerca de ser una realidad tangible. Estos avances auguran un futuro prometedor para las próximas misiones tripuladas fuera de la Tierra.
