- La higiene interdental elimina biofilm donde más caries y gingivitis se originan, complementando al cepillo.
- Elegir entre hilo, cepillos, superfloss e irrigador depende del tamaño del espacio y la situación clínica.
- Una técnica correcta y constancia diaria reducen sangrado hasta un 85% en tres meses.
- Revisiones y profilaxis profesional completan lo que en casa no se alcanza al 100%.

La higiene interdental no es un extra caprichoso, es la pieza que faltaba en la rutina diaria de cuidado oral. Cuando se limpia solo con cepillo, una parte importante de la boca se queda sin atender y, con el tiempo, eso pasa factura. Diversos expertos reunidos en un encuentro internacional en Barcelona han puesto el foco en que la limpieza entre dientes contribuye tanto a la prevención primaria como a la secundaria de las patologías bucodentales y, de rebote, ayuda a cuidar la salud general.
Las cifras invitan a ponerse las pilas: un informe de consultoría realizado para Dentaid muestra que el 62% de la población no realiza higiene interdental de forma regular. Además, se estima que el 78% de las caries aparece entre dientes, y que la acumulación de placa en esas zonas puede explicar hasta el 60% de los casos de halitosis. Incluso en implantología, el biofilm entre dientes y alrededor de implantes es un detonante importante: en cuatro de cada cinco casos se relaciona con periimplantitis. No extraña que la Federación Europea de Periodoncia recomiende cepillos interproximales, porque el cepillo habitual limpia superficies, pero no alcanza bien el hueco estrecho entre dientes.
Qué es el espacio interdental y por qué es crucial

El área interdental es, dicho de forma sencilla, el espacio entre la encía y el punto de contacto de dos dientes. A simple vista parece mínimo, pero ahí se acumulan restos y bacterias que el cepillo no elimina del todo. Con el cepillado convencional, solemos limpiar en torno al 60% de la superficie dental; el otro 40% corresponde a zonas interdentales y rincones de difícil acceso.
Según diferentes estimaciones clínicas, estas zonas entre dientes suponen aproximadamente alrededor del 35% de todas las superficies dentales. Si no se actúa, queda sin tratar más de un tercio de la boca, una puerta abierta a la caries interproximal, a la inflamación gingival y a la progresión hacia periodontitis.
La placa que se forma entre dientes no es cualquier cosa: puede albergar más de 300 especies bacterianas. Son comunidades organizadas en un biofilm resistente que, sin una herramienta específica, no sale fácilmente. De ahí que los dispositivos interdentales sean imprescindibles para romper ese biofilm y evitar que la placa madure y se mineralice en sarro.
Conviene recordar que el espacio entre dientes cambia con los años. Con la edad y con determinadas situaciones clínicas (pérdida de papila, ortodoncia, prótesis, implantes), las troneras se ensanchan o se modifican, por lo que la herramienta correcta a los 20 quizá no sea la misma a los 50. Personalizar es clave para no dañar la encía y para limpiar de verdad.
La epidemiología no deja lugar a dudas: a partir de los 35 años, en torno al 80% de las personas presenta gingivitis o periodontitis, y en la población general se observa una incidencia de gingivitis alrededor del 50%. La buena noticia es que una higiene interdental consistente frena el avance del biofilm, reduce el sangrado y ayuda a estabilizar la salud gingival.
Herramientas para limpiar entre dientes y cuándo usar cada una

Para lidiar con las zonas entre dientes disponemos de varias alternativas, todas útiles si se indican bien. La elección depende del tamaño del hueco, de la forma de los dientes, del estado de la encía y de si hay ortodoncia, prótesis o implantes en la boca.
Hilo o seda dental: es el clásico para espacios muy apretados, donde no cabe otra cosa. Puede ser con cera o sin cera; los encerados suelen deslizarse mejor y facilitan la maniobra. La técnica es importante para no lesionar la encía y para despegar la placa de la pared del diente.
Cinta dental: más ancha y aplanada que el hilo, resulta cómoda para espacios interdentales intermedios. Ofrece mayor superficie de contacto y arrastra bien la placa cuando los dientes no están tan apiñados.
Superfloss: diseñado para casos especiales, es una seda con cabecilla rígida a modo de enhebrador y una zona esponjosa. Va de maravilla bajo puentes, barras, prótesis sobre implantes u ortodoncia fija, donde un hilo normal se queda corto.
Cepillos interproximales o interdentales: pequeñas escobillas cilíndricas o cónicas, disponibles en múltiples calibres. Son la opción de referencia cuando el hueco es visible o cuando hay pérdida de papila. Para las zonas anteriores suelen ir bien los mangos rectos, mientras que en premolares y molares resulta práctico un cabezal angulado para llegar sin forzar.
Irrigador bucal: lanza un chorro pulsátil de agua y ayuda a desalojar restos y biofilm en zonas complejas. Permite ajustar la presión y el tipo de chorro, y el depósito admite agua o incluso colutorio. Es un gran aliado con ortodoncia, implantes, coronas y para personas con dificultades de destreza manual.
- Para espacios estrechos y contactos apretados, prioriza hilo, cinta o superfloss según el caso.
- Si hay espacios abiertos, troneras amplias o papila retraída, el protagonista suele ser el cepillo interdental.
- En zonas posteriores, un cabezal angulado del cepillo facilita llegar a premolares y molares.
- El irrigador es un complemento potente en ortodoncia, implantes y periodontitis, pero no sustituye a hilo o escobillas.
Un apunte relevante de eficacia: los cepillos interdentales han mostrado una eliminación de placa muy alta, alrededor del 93%, mientras que la seda puede rondar el 73% en determinadas condiciones. Aun así, hay bocas en las que solo entra la seda, y en esos casos el mejor dispositivo es el que realmente se puede utilizar sin dañarse.
Cómo utilizar correctamente cada método y consolidar el hábito

La técnica marca la diferencia. Manejar bien el dispositivo elegido mejora los resultados y evita molestias. La Federación Europea de Periodoncia pone el acento en los cepillos interproximales por su eficacia, pero recuerda que la educación del paciente es decisiva.
Hilo o cinta dental: sujétalo firme entre pulgares e índices y deslízalo con movimientos delicados hasta la línea de la encía. Nunca lo golpees contra la encía. Abrazar el diente en forma de C permite raspar suavemente la placa de cada pared; repite en las dos paredes del espacio antes de pasar al siguiente contacto.
Superfloss: enhebra la parte rígida por debajo del puente, barra o aparato. Con la zona esponjosa, recorre el espacio amplio para arrastrar biofilm y restos sin forzar la encía. Termina con varios pases controlados de la sección normal de seda a cada lado.
Cepillos interproximales: introduce la escobilla en la base del triángulo entre dientes y realiza vaivenes cortos, sin girar ni empujar en exceso. El tamaño correcto es el que entra ajustado, sin doblar el alambre ni traumatizar el margen gingival. Si el alambre se curva, ha llegado el momento de cambiarlo.
Irrigador: con la presión adecuada (empieza medio-baja y ajusta según tolerancia), recorre el borde gingival por la cara externa e interna, pausa en cada espacio interdental y dirige el chorro entre diente y encía. El pulso de agua ayuda a desorganizar el biofilm, limpiar debajo de coronas y aliviar zonas con ortodoncia.
¿Cuándo hacerlo y cuánto tiempo dedicar? Un esquema muy práctico consiste en realizar la higiene interdental al menos una vez al día, preferiblemente por la noche, tras el cepillado. De forma orientativa, una secuencia completa puede ser: 2 minutos de cepillado, 1 minuto de limpieza interdental (unos 30 segundos arriba y 30 abajo) y 30 segundos de enjuague con el colutorio habitual.
La constancia trae premios visibles. En personas que incorporan la limpieza entre dientes a diario, se han observado descensos de sangrado muy notables: en torno al 47% en una semana y hasta el 85% a los tres meses. Ese feedback rápido es la mejor motivación para mantener el hábito a largo plazo.
Si aparece sangrado al pasar el hilo o la escobilla, suele indicar encía inflamada, no que estés haciendo algo incorrecto per se. Lo adecuado es seguir con suavidad y revisar técnica y tamaño del dispositivo. En esta fase, la instrucción profesional y pequeñas mejoras de destreza marcan el salto de eficacia.
No todas las herramientas valen para todas las personas ni para todos los dientes. La efectividad real depende más de la habilidad y compromiso que del método en sí. Un dentista o higienista puede ajustar tamaños, ángulos y secuencia para que el proceso sea cómodo, seguro y eficiente.
Para notar mejoras en periodonto y encías, utilizar cepillos interproximales varias veces a la semana es un factor diferencial. De hecho, se ha observado una clara diferencia en la prevalencia de periodontitis entre quienes no los emplean y quienes los usan más de cuatro días a la semana, manteniendo constantes edad y otros factores.
No descuides el mantenimiento: los cepillos interproximales conviene renovarlos cada mes y medio o dos meses, antes si el alambre se deforma o las cerdas pierden forma. En cuanto al irrigador, limpia y seca los depósitos y puntas según las indicaciones del fabricante para evitar biofilm residual.
Beneficios tangibles, riesgos de ignorarlo y cómo superar las barreras

Integrar la higiene interdental a diario impacta en varias áreas. En caries, elimina el biofilm en la zona donde más frecuentemente aparece, dado que la mayoría de lesiones interproximales nacen entre dientes. En encías, reduce el sangrado y la inflamación visibles en pocos días. Y en aliento, ataca la causa: la placa acumulada es responsable de una parte sustancial de los episodios de halitosis.
Para quienes llevan implantes, coronas o puentes, mantener a raya el biofilm es decisivo. La acumulación entre dientes y alrededor de pilares es un factor que se ha vinculado a la mayoría de los casos de periimplantitis; una rutina interdental cuidadosa protege los tejidos periimplantarios y ayuda a alargar la vida de las rehabilitaciones.
Ignorar esta parte de la higiene puede acarrear problemas a medio-largo plazo: mayor riesgo de caries entre dientes, gingivitis crónica que puede progresar a periodontitis y pérdida de soporte del diente, además de halitosis persistente. No hay que olvidar la conexión boca-cuerpo: las infecciones orales se relacionan con descompensaciones en diabetes, eventos cardiovasculares o complicaciones en el embarazo.
Pese a todo, solo alrededor de tres de cada diez adultos realiza higiene interdental en casa. El freno principal no es técnico, sino psicológico. Cambiar hábitos cuesta porque la recompensa no siempre se percibe al instante. La solución pasa por educación clara, práctica con guía y crear una rutina que sea consciente, agradable y gratificante. Esa sensación de encías que no sangran y aliento fresco aparece pronto y refuerza el comportamiento.
Los expertos en periodoncia insisten: el cepillado, por muy meticuloso que sea, no alcanza las superficies de contacto. Por eso, la recomendación es integrar la limpieza interdental al menos una vez al día. Si dudas entre hilo, escobillas o irrigador, pide que te midan los espacios y te enseñen la técnica; cinco minutos de formación cambian por completo el resultado en casa.
Un consejo operativo: en bocas con espacios heterogéneos, combina herramientas. Hilo o cinta donde el contacto es muy ajustado, cepillo interdental del calibre adecuado donde hay troneras, superfloss en puentes o aparatos y un irrigador para rematar y mejorar el acceso bajo coronas o alrededor de brackets. El objetivo es que ninguna pared dental ni margen gingival se quede sin fricción mecánica.
A nivel comunitario, el reto es reducir la brecha entre lo que se sabe y lo que se hace. Si más de la mitad de la superficie que falta por limpiar se concentra entre dientes, dejar de lado esta parte equivale a abandonar alrededor del 35% de las superficies sin higiene efectiva. Incluirlo no lleva tanto tiempo y devuelve mucho en salud.
Por último, ninguna rutina casera sustituye la profilaxis profesional. Aunque utilices el método ideal y tengas una destreza estupenda, hay placa que madura, se calcifica y se convierte en cálculo subgingival o en zonas de difícil acceso. Para llegar a ese ideal del 100%, las revisiones periódicas y la limpieza profesional son el complemento que remata lo que en casa no se puede lograr.
La combinación adecuada de herramientas, el ajuste del tamaño de los dispositivos, una técnica pulida y un poco de constancia diaria actúan como un escudo frente a caries interproximales, inflamación gingival, halitosis y complicaciones alrededor de implantes; si a eso se suma un seguimiento profesional anual y pequeñas mejoras de hábito, el salto en salud oral y bienestar diario se nota y se mantiene.