Huellas genéticas en saliva: una nueva vía para detectar el maltrato infantil

Última actualización: julio 30, 2025
  • Científicos argentinos desarrollan un test de saliva para detectar el maltrato infantil mediante biomarcadores epigenéticos.
  • El método analiza modificaciones químicas en el ADN asociadas a traumas, permitiendo diagnóstico temprano y seguimiento terapéutico.
  • El proyecto provee evidencia científica objetiva para su posible uso en procesos judiciales y en la protección de derechos de la infancia.
  • El estudio es pionero en Argentina y enfrenta desafíos tecnológicos y económicos, pero podría transformar la atención a víctimas.

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En Argentina, un equipo de la Universidad de Buenos Aires (UBA) está abriendo puertas a una nueva forma de identificar y abordar el maltrato infantil. Apoyados en técnicas de vanguardia, los investigadores exploran cómo ciertos cambios en el ADN -inducidos por experiencias traumáticas- pueden ser detectados en muestras de saliva, permitiendo no solo un diagnóstico temprano, sino también una monitorización objetiva de la recuperación de los menores afectados por situaciones de violencia.

Este enfoque, que une la neuroepigenética con la medicina legal y la psicología infantil, representa una de las propuestas más innovadoras para enfrentar una problemática tan compleja y a menudo oculta. El maltrato deja huellas invisibles en los niños y niñas, no solo en su mente y emociones, sino también en su biología. Ahora, esas señales genéticas pueden salir a la luz y servir como base para intervenciones más eficaces y también como pruebas en el ámbito judicial.

Una investigación pionera que une ciencia y justicia

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Encabezados por el doctor Eduardo Cánepa, el equipo de la UBA, en colaboración con el Hospital de Niños Pedro de Elizalde, recolecta y analiza muestras de saliva de menores atendidos por sospecha de maltrato. El método se basa en la identificación de biomarcadores epigenéticos, es decir, alteraciones químicas en el ADN que surgen como respuesta al estrés o el abuso y que pueden modificar la expresión de ciertos genes clave en el desarrollo infantil.

El objetivo es obtener información científica irrefutable que permita no solo confirmar casos de maltrato, sino también pronosticar sus consecuencias o medir la eficacia de intervenciones psicológicas. Estas señales epigenéticas, detectables en la saliva, pueden aparecer incluso antes de que el daño sea visible por otros métodos tradicionales, convirtiendo el análisis en una herramienta de diagnóstico temprano.

Lo más relevante de este avance es que podría aportar evidencia objetiva en procesos judiciales. En escenarios donde las pruebas suelen ser ambiguas o las denuncias difíciles de sustentar, contar con una base genética y molecular puede suponer un cambio de paradigma tanto en el sistema de salud como en la justicia infantil.

¿Cómo funcionan las huellas epigenéticas del maltrato?

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El avance se apoya en el estudio de las modificaciones epigenéticas, especialmente en la metilación del ADN. Esto significa que, ante una situación de violencia o negligencia, el organismo activa mecanismos defensivos que dejan un rastro químico sobre ciertos genes, sin alterar su secuencia pero sí su modo de funcionamiento. Dichas marcas pueden ser detectadas y analizadas gracias a la tecnología actual.

En la práctica, los investigadores comparan muestras de menores expuestos a maltrato con otras de niños sin ese historial, buscando patrones de metilación diferenciados. Si se observan alteraciones sistemáticas en genes vinculados al estrés, la respuesta emocional o el desarrollo cognitivo, se estaría ante un biomarcador fiable del daño sufrido.

Según Cánepa, la saliva resulta ideal para este tipo de análisis porque en ella se recogen células epiteliales y leucocitos, de donde es posible extraer ADN de modo no invasivo. Así, se facilita la recolección de muestras en contextos clínicos o incluso en controles pediátricos rutinarios.

Aplicaciones clínicas, sociales y legales del test de saliva

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El proyecto abre múltiples posibilidades para la intervención. Por un lado, facilita una detección precoz incluso en ausencia de signos físicos claros, lo cual es fundamental en un contexto donde gran parte de los casos de violencia nunca llegan a denunciarse. Los biomarcadores permiten realizar un seguimiento objetivo de la evolución de cada paciente y ajustar los tratamientos psicológicos según la respuesta biológica del niño o niña.

El valor añadido más ambicioso reside en que estas pruebas pueden usarse como evidencia científica ante la justicia. En casos donde la denuncia es difícil de sostener solo con testimonios o informes subjetivos, la existencia de estas marcas moleculares puede servir de respaldo para proteger de manera efectiva a los menores. Esta innovación también contribuiría a reducir el número de falsas denuncias y a evitar que se desacrediten legítimas situaciones de abuso.

Además, las herramientas desarrolladas podrían aplicarse a controles pediátricos de rutina o incluso en etapas iniciales del ciclo escolar, aumentando la prevención y el abordaje temprano de la violencia intrafamiliar.

Desafíos a superar y relevancia local de la investigación

Uno de los grandes retos de esta iniciativa radica en el alto coste y la necesidad de enviar muestras al extranjero para su análisis. Los procedimientos requieren tecnología avanzada y un tratamiento bioinformático capaz de comparar millones de posibles alteraciones genéticas. A esto se suma la dificultad de obtener el consentimiento en contextos familiares complejos, donde los perpetradores pueden ser los propios responsables del menor.

Es importante destacar que, si bien existen investigaciones similares en países desarrollados como Canadá, Francia o Estados Unidos, las diferencias genéticas y sociales hacen imprescindible contar con estudios propios en la región. Lo que sucede a nivel molecular en niños argentinos no siempre es igual a lo que se observa en otras poblaciones, por lo que adaptar la investigación al contexto local resulta fundamental para su éxito y utilidad.

Se espera que, en los próximos años, los resultados preliminares del estudio piloto -que incluye la participación de unos 40 menores- permitan consolidar el método y dar el paso hacia una aplicación más amplia tanto en el sistema sanitario como en la justicia argentina.

La investigación liderada por la UBA no solo pone la lupa sobre una de las caras más invisibles de la violencia infantil, sino que además posiciona a la ciencia argentina en la vanguardia internacional de la protección de la infancia. El desarrollo de pruebas genéticas y epigenéticas para la detección temprana del maltrato promete cambiar radicalmente la manera en que la sociedad y sus instituciones responden a este grave problema.