- Estudio retrospectivo en más de 1.000 pacientes vincula la vacuna de ARNm contra la COVID con mejor supervivencia al combinarse con inmunoterapia.
- En cáncer de pulmón avanzado la mediana subió a 37,3 meses frente a 20,6; en melanoma también hubo una mejora relevante.
- El beneficio fue más marcado en tumores “fríos” con baja expresión de PD-L1 y no dependió del fabricante.
- Resultados presentados en ESMO (Berlín) y publicados en Nature; se prepara un ensayo aleatorizado fase III (UNIFIER) para confirmación.

Una nueva evidencia clínica sugiere que la vacuna de ARNm contra la COVID-19, administrada en torno al inicio de los inhibidores de puntos de control, se asocia con una supervivencia más prolongada en pacientes con cáncer de pulmón avanzado y melanoma. Los datos, presentados en el Congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO) en Berlín y publicados en Nature, llegan en un momento clave para la oncología europea.
El análisis, de carácter retrospectivo y centrado en más de 1.000 historias clínicas de MD Anderson (2019–2023), apunta a un beneficio cuando la vacuna se administra dentro de los 100 días del inicio de la inmunoterapia. En cáncer de pulmón, la mediana de supervivencia alcanzó 37,3 meses frente a 20,6 en no vacunados; en melanoma metastásico, la tendencia también fue favorable a los vacunados, con múltiples pacientes vivos al cierre del seguimiento.
Cómo podría actuar el ARNm en el contexto oncológico

Los investigadores describen que las vacunas de ARNm funcionan como una especie de señal de alarma inmunitaria que “despierta” al sistema de defensas. Esta activación generalizada facilita que las terapias anti PD-1/PD-L1 identifiquen mejor el tumor y desplieguen su acción.
En modelos preclínicos se observó un aumento de interferón tipo I, un mediador clave que prepara a las células inmunes para reconocer y atacar células malignas. De hecho, la mayor eficacia aparece cuando la vacunación con ARNm se combina con bloqueo de PD-L1; al inhibir interferón tipo I, el efecto antitumoral desaparece.
Además, en muestras humanas se detectó una subida de la expresión de PD-L1 en tumores tras la vacunación, un fenómeno que puede “visibilizar” mejor el cáncer ante los fármacos de inmunoterapia. Este patrón no se reprodujo con otras vacunas no basadas en ARNm, como la antigripal o la antineumocócica, reforzando el papel específico de esta plataforma.
La hipótesis, planteada por equipos de la Universidad de Florida y MD Anderson, es que el ARNm genera un “efecto faro” que guía la respuesta inmunitaria y transforma tumores inmunológicamente fríos —habitualmente poco sensibles— en neoplasias más reconocibles por los tratamientos.
Datos del estudio y cifras clave

En cáncer de pulmón de células no pequeñas en estadios avanzados, 180 pacientes vacunados dentro de los 100 días en torno a la inmunoterapia mostraron una mediana de 37,3 meses, frente a los 20,6 meses de 704 no vacunados. La supervivencia a tres años fue de 55,7 % en vacunados frente a 30,8 % en no vacunados.
En melanoma metastásico, la mediana de supervivencia en el grupo vacunado no se alcanzó durante el seguimiento (43 pacientes), mientras que los no vacunados (167) rondaron los 26,7 meses. A los tres años, la supervivencia fue del 67,6 % con vacunación frente al 44,1 % en quienes no la recibieron.
El beneficio fue coherente independientemente del fabricante (vacunas de ARNm disponibles comercialmente) y más marcado en tumores con baja PD-L1. En cáncer de pulmón se constató un incremento medio del 24 % en la puntuación PD-L1 y una mayor probabilidad de superar el umbral clínico del 50 %, que orienta la elegibilidad a ciertas inmunoterapias.
En voluntarios sanos, la vacunación con ARNm elevó transitoriamente el interferón alfa plasmático hasta 280 veces a las 24 horas, junto a una fuerte activación de células inmunes, efectos que se disiparon en una semana. El conjunto de datos respalda que la sinergia con inhibidores de puntos de control es el componente determinante del efecto clínico.
Próximos pasos y alcance potencial en Europa

Pese a la magnitud de los resultados, los autores recuerdan que se trata de un estudio observacional y que es imprescindible confirmación. Para ello se prepara un ensayo clínico aleatorizado de Fase III —UNIFIER— que evaluará si incorporar la vacunación con ARNm en torno a la inmunoterapia debe formar parte del manejo estándar.
Durante ESMO (Berlín), expertos europeos destacaron la plausibilidad biológica del fenómeno, pero pidieron prudencia hasta disponer de evidencia prospectiva. Voces académicas señalaron que no se observaron diferencias claras entre primera dosis y refuerzos, y que podría existir una ventana óptima en torno a 30 días para maximizar el efecto, manteniéndose beneficios dentro del periodo de 100 días.
Si se validan estos datos, el enfoque tendría interés práctico para sistemas sanitarios de España y la UE: son vacunas de amplia disponibilidad, potencialmente de bajo coste relativo y fácilmente integrables en circuitos asistenciales. El impacto sería especialmente relevante en pacientes con tumores refractarios a la inmunoterapia, donde el margen de mejora es más estrecho.
La evidencia sugiere que la vacunación con ARNm contra la COVID-19 podría potenciar la eficacia de los inhibidores de puntos de control, con ganancias de supervivencia notables en pulmón y melanoma avanzados, un mecanismo biológico sustentado por interferón tipo I y cambios en PD-L1, y una hoja de ruta clara hacia su confirmación en ensayos aleatorizados que marcarán si este enfoque puede integrarse de forma rutinaria en la oncología europea.
