Materiales vivientes: la revolución biológica en construcción

Última actualización: julio 22, 2025
  • Materiales vivientes capaces de auto-repararse y adaptarse revolucionan la ingeniería.
  • El micelio y bacterias se utilizan en hormigón, puentes y edificaciones con gran potencial regenerativo.
  • Estos avances prometen infraestructuras más sostenibles, duraderas y eficientes.
  • La arquitectura y las ciudades del futuro ya exploran integrar lo biológico en lo urbano.

Ejemplo de materiales vivientes en construcción

La búsqueda de materiales innovadores que puedan transformar la forma en la que construimos infraestructuras lleva años generando investigaciones punteras en todo el mundo. Ahora, la mirada está puesta en los denominados materiales vivientes, capaces no solo de aumentar la durabilidad de las edificaciones, sino también de repararse autónomamente cuando sufren daños, siguiendo procesos inspirados en la naturaleza.

Esta nueva tendencia aúna biología, diseño y sostenibilidad, redefiniendo el concepto mismo de edificación. Arquitectos e ingenieros ya no solo buscan resistencia y funcionalidad, sino infraestructuras que respondan al entorno y envejezcan de manera saludable, optimizando recursos y minimizando costes de mantenimiento.

El hormigón que sana sus propias grietas

Materiales vivientes aplicados al hormigón

En laboratorios de Países Bajos, el equipo de la Universidad Tecnológica de Delft ha desarrollado un hormigón con bacterias encapsuladas que puede regenerarse tras sufrir fisuras. Las esporas de Bacillus pseudofirmus, dormidas en el interior del material, se despiertan cuando detectan humedad, produciendo minerales que sellan grietas de hasta cinco milímetros.

El proceso es casi invisible para el usuario final: las bacterias activan su «modo reparación» solo cuando el hormigón se quiebra, restaurando la integridad estructural y reducir la permeabilidad y la corrosión. Diversas pruebas muestran que este material puede recuperar más del 90% de su fortaleza original y reducir considerablemente los costes de mantenimiento, generando un ahorro importante en infraestructuras públicas y privadas.

Estudios recientes indican que la implementación de estos materiales en carreteras, puentes y edificios podría aliviar hasta el 3% del gasto en reparaciones derivadas de daños estructurales, una cifra significativa en países industrializados.

Puentes y estructuras con base de hongos: arquitectura que respira

El uso del micelio —la red subterránea de hongos— ha dejado de ser solo una curiosidad ecológica para convertirse en un recurso arquitectónico real. En centros de investigación de Estados Unidos y Europa, se están moldeando «ladrillos vivos» y estructuras que pueden detectarse, sanarse y evolucionar, como si fueran organismos, abriendo la posibilidad a puentes y edificaciones que se adapten y reparen por sí mismas.

Estas estructuras bioadaptativas permiten crear formas imposibles con técnicas tradicionales, inspirándose en la complejidad de los tejidos biológicos. Además, su impacto ambiental es notablemente menor, ya que requieren menos energía para su producción y pueden contribuir a descontaminar el entorno durante su ciclo de vida.

Algunas empresas y universidades, como la de Bath en Inglaterra y el equipo de la Universidad de Delft, han logrado que tanto bacterias como hongos colaboren en la consolidación y cristalización de grietas en materiales constructivos, dejando cicatrices minerales que refuerzan la estructura y prolongan su duración.

El futuro apunta a edificaciones y puentes de micelio capaces de auto-regenerarse tras daños. Laboratorios en Estados Unidos trabajan en hormigones con «vasos capilares» que distribuyen nutrientes a microorganismos encargados de la reparación, mientras investigaciones en Montana combinan hongos y bacterias para crear andamiajes vivos y resilientes.

De la Tierra al espacio: nuevas fronteras para los materiales inteligentes

El potencial de los materiales vivientes ha despertado el interés de entidades como la NASA, que explora su aplicación en escenarios extremos, como la construcción en Marte, donde el mantenimiento humano sería inviable. Los materiales que se autoalimentan, adaptan y resisten condiciones cambian tes pueden marcar la diferencia en misiones espaciales de larga duración y en el desarrollo de hábitats fuera del planeta.

En el ámbito terrestre, estos avances contribuyen a crear ciudades más seguras y ecológicas. La arquitectura capaz de reparar sus propias heridas y reducir su huella ambiental se hace cada vez más realidad. La combinación de micelio con metales ligeros o materiales como la melanina permite obtener aislamientos avanzados y estructuras que, siendo ligeras, mantienen una gran resistencia, integrando en ellas la historia del tiempo y la biografía arquitectónica.

La incorporación de estos materiales ya no es ciencia ficción. Viviendas, mobiliario y hasta instrumentos musicales se están fabricando con componentes vivos, explorando nuevas estéticas y procesos constructivos. Desde empresas innovadoras hasta grandes firmas, la relación entre ingeniería y biología comienza a consolidarse en el sector.

Aunque aún existen desafíos relacionados con la escalabilidad, costos y regulaciones, los materiales vivientes representan una apuesta de futuro para la infraestructura urbana y rural, donde la regeneración y adaptación serán clave para el éxito.

Estos materiales no solo suponen un avance tecnológico, sino también un cambio cultural en cómo el ser humano se relaciona con la arquitectura y la naturaleza. Edificios y puentes dejarán de ser objetos inertes para convertirse en aliados activos, vivos y en constante evolución, que aprenden del entorno y anticipan las necesidades de quienes los habitan.